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Wernicke, Enrique

Es uno de los grandes narradores argentinos que aún tiene pendiente su reconocimiento. Nació el 25 de febrero en 1915, en Capital Federal. Pasó por diferentes trabajos: publicitario, titiritero, periodista, fabricante de soldaditos de plomo. Buena parte de esa experiencia la trasladó a su obra literaria, que comenzó con dos libros de poesía: Palabras para un amigo (1937) y Capitán convaleciente (1938). En 1940 publicó el bello cuento “Función y muerte en el cine ABC”, inaugurando su prosa narrativa. Ocho años después apareció su primera novela, La tierra del bien te veo, dedicada a sus días en el campo cuando visitaba la estancia de su padre.

En su literatura convivieron ese mundo rural, retomando una tradición literaria argentina, y la ribera del norte del Gran Buenos Aires. Fue oscilando entre libros de cuentos como Hans Grillo (1940) y Los que se van (1957), y novelas como Chacareros (1950). Militó en el partido comunista hasta principio de los años sesenta, un compromiso político que explicitó en su novela La ribera (1955). En 1965 editó dos obras de teatro, en una década donde casi no publicó. La desilusión política, su adicción al alcohol, aportaron a su silencio. Sin embargo, lo que nunca dejó de escribir fue el diario personal Melpómene, que llega a las mil quinientas páginas y se convirtió en uno de los misterios de la literatura nacional. Es un diario de escritor, pero a la vez un retrato de época y una reflexión literaria. En sus últimos años fue un referente para la nueva generación de escritores, por ejemplo para Haroldo Conti y Miguel Briante. En ese momento ya vivía en la costa de Olivos, en un ostracismo elegido, donde justamente donde transcurre El agua.

Murió en agosto de 1968, año en que se le otorgó el Premio Nacional de Literatura de forma póstuma. El mismo año que publicó El agua, novela que esperaba una merecida reedición, lo que sucedió años atrás con otras obras suyas. 

 

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